Reptaba un camaleón, plácido en sigiloso descenso de un árbol. Alcanzó el suelo -caliente y humeante a causa del sol- y permaneció inmóvil, los ojos girando como antenas ruletas en búsqueda de peligros. No vio nada, pero oyó un descomunal rugido que se acercaba y hacía vibrar el piso. Quieto cual camaleón asustado, el escamoso retpil hurgó en su instinto y apeló a su mejor y mas marketinera estrategia defensiva: sus pigmentos cutáneos adoptaron rápidamente el color de su entorno y abrazó la invisibilidad. El rugiro era ya atronador y se acercaba a toda velocidad, pero el pequeño latercilio confió en las habilidades cromáticas de su epitelio. Y, virando a negro como el asfalto sobre el que se encontraba, se creyó invisible a los ojos de dieciocho ruedas del micro Chevalier (que superaba los 90 km/h.) El camaleón viró a rojo por primera y última vez.
Moraleja: Ocúltate en el pavimento, y no acabarás contento
Esta fábula fantástica escrita por Epesopopopo salió publicada en Barcelona Nro. 53 del 26/11.